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De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF] (2021) los efectos nocivos de la COVID-19 sobre la salud mental de las niñas, niños y adolescentes podrían prolongarse por muchos años. Se estima que cada día, más de 10 adolescentes mueren por suicidio en América Latina y el Caribe, lo que resulta en una cifra de casi 4 200 suicidios de jóvenes por año en el mundo.

Además, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática [INEGI], citado en UNICEF, 2020, reporta que en México entre los años 2008 y 2018, se han registrado por lo menos 52 suicidios infantiles cada mes, por lo que se estima que cerca de 7 000 niñas y niños se han quitado la vida, con un promedio al día de 18 niñas, niños y adolescentes fallecidos. Asimismo, se reportó que mujeres de entre 15 y 18 años son las que presentan una tasa más elevada.

Las cifras mencionadas anteriormente se sitúan previo al inicio de la pandemia; es decir, las situaciones de salud mental en infancias y adolescencias siempre han representado una problemática poco visibilizada.  De acuerdo con el reporte emitido por el Senado de la República en el año 2020, la Asociación Psiquiátrica Mexicana afirmó que las adolescencias de entre 12 a 17 años de edad enfrentan otros problemas de salud mental, entre los que se encuentran: situaciones de depresión, ansiedad, carencia de vínculos de afectivos, abuso del alcohol y drogas, conductas de tipo antisocial, trastornos de la conducta y trastornos de la conducta alimentaria.

Es importante enfatizar que todas las problemáticas antes mencionadas no se redujeron durante el periodo de pandemia, sino que únicamente no fueron el tema central en los noticieros, ya que durante la pandemia se vivieron periodos de aislamiento prolongados que redujeron y prácticamente desaparecieron el contacto de niñas, niños y adolescentes con sus contextos regulares, desde los entornos escolares, familiares y recreativos hasta el contacto con el mundo exterior, y  aunque existió un periodo en el que tanto NNA´s como personas adultas se mantuvieron en aislamiento, este periodo no fue el mismo.

En el caso de las personas adultas las acciones se centraron en seguir medidas de bioseguridad que evitaran la propagación del virus hasta poder ser vacunados, y en las infancias hasta la fecha no existen vacunas ni medidas de bioseguridad que puedan comprobar su eficacia y que no representen un riesgo para su salud. Es por ello que el periodo de pandemia para NNA´S fue uno que, hasta el mes de marzo, pintó una línea de nuevos comienzos. A tres años del inicio de la pandemia, la Secretaría de Educación Pública ordenó la reapertura de las escuelas en la mayor parte del país, regresando a las infancias el contacto social y devolviéndoles muchos de los derechos que les fueron limitados y minimizados.

Existieron grandes debates acerca de la reincorporación de NNA´S a las escuelas, entre los puntos centrales estaba el miedo a que enfermaran, el desajuste económico que había existido en las familias mexicanas, las pérdidas humanas que en muchos casos habían dejado a niñas, niños y adolescentes en situaciones de orfandad, entre otros. Sin embargo, el debate debió centrarse en puntos clave: la educación, la alimentación, la salud y el sano esparcimiento para un desarrollo integral, pues se tratan de derechos establecidos en la constitución y que el Estado debe favorecer y, por tanto, tomar acciones concretas y medidas específicas que puedan garantizar el interés superior de la niñez.

Muchos de estos debates, se centraron en mirar desde puntos muy lejanos la realidad concreta de México, olvidando que la gran mayoría de personas residentes del país se encuentran en condiciones de pobreza, motivo por el cual tener infancias en aislamiento significaba más bien someterlas a condiciones de hacinamiento.  Así mismo, se pasaron por alto las alarmantes cifras de abuso sexual infantil en México, los numerosos casos de embarazo infantil y adolescente forzado, las situaciones de violencia intrafamiliar, el trabajo infantil y todas las situaciones mentales antes mencionadas, sumando aquellas que se desprenden y asocian con el aislamiento social y la violencia. 

Por ello, el regreso a las clases presenciales, marca un nuevo inicio que requiere de reflexión. No de juicio sino de entendimiento y no de debate sino de observar detenidamente todo lo que sucede alrededor. Se necesita pensar no únicamente en las poblaciones privilegiadas, sino también en las poblaciones reales mexicanas, en aquellas niñas, niños y adolescentes, que en medio del aislamiento se quitaron la vida, fueron obligados a convivir con sus agresores o abusadores, tuvieron que salir de sus casas en busca de sustento o volverse infancias cuidadoras, tuvieron que vivir con condiciones específicas de depresión, ansiedad, entre muchas otras, así como cumplir con funciones que rebasaban sus capacidades.

Las infancias deben ser procuradas, no sujetas a debate. Lo cierto es que aún se desconoce los efectos adversos posteriores a la pandemia en la salud mental de las infancias; sin embargo, el regreso escolar marca nuevos panoramas que sin duda aminorarán las condiciones adversas en las cuales estaban inmersas la mayoría de las infancias y adolescencias que ahora retornan, en su mayoría, a sus lugares seguros.

Bibliografía

Senado de la República, (2020). Boletín de prensa Ley para atender trastornos mentales en menores de edad: Vázquez Mota.

UNICEF, (2020). 6 efectos de la pandemia en la salud mental de adolescentes y jóvenes confinados en casa.

UNICEF, (2021). Los efectos nocivos de la COVID-19 sobre la salud mental de los niños, niñas y jóvenes son solo la punta del iceberg.

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